Las uvas se cultivan en una amplia variedad de suelos, desde muy arenosos hasta arcillosos, y pueden ser de alta o baja fertilidad. Se dan mejor en suelos fértiles y profundos que permiten el desarrollo radicular de hasta 3 a 5 metros o más. Los suelos muy arcillosos o poco profundos, mal drenados o con sales u otras toxinas, no son aptos para una buena producción por tener poca disponibilidad de nutrientes.
La disponibilidad de nutrientes depende de muchos factores como pH del suelo, concentración de nutrientes, profundidad de las raíces, suministro de agua en el suelo y el uso de cultivos de cobertura o mantillo. La vid prefiere un pH neutro, pero puede tolerar un rango de 4,5 a 8,5. Por ejemplo, la vid en suelos alcalinos de pH 7,3 o más, están sujetos a clorosis de hierro.